
Evangelio del día 15 julio 2025 (¿Piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo)
Martes de la 15ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Mateo 11, 20-24)
En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
«Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido».
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El texto que nos ofrece el evangelio de hoy tiene un tono dramático muy marcado, incluso suena amenazante. Jesús se lamenta por los milagros hechos en algunas ciudades que, sin embargo, no se han convertido. Corozaín, Betsaida, Cafarnaún son una advertencia seria: rechazar la Buena Noticia del Evangelio supone perderse. La verdadera ganancia se halla en Cristo Jesús, en escucharle, en vivir con él. Él nos trae la salvación.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, quiero centrarme en estas palabras de Jesús: “¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza”. Corozaín, Betsaida, Tiro, Sidón son ciudades, pero somos invitados a ir más allá. Corozaín, Betsaida… eres tú. Sí, párate por un momento. Piensa en los milagros que Dios ha hecho en ti. ¡Cuántas veces ha salido a tu encuentro, protegiéndote, regalándote, amándote! Y, sin embargo, ¡cuánto te cuesta convertirte! ¿Qué más podría hacer Dios por ti para que tu corazón fuera enteramente suyo? Hoy es una oportunidad preciosa para que hagas memoria de las bondades que Dios ha tenido contigo y puedas así convertirte (es decir, volverte a Dios) con todo el corazón.
Pregúntate: ¿estás dispuesto a convertirte, a volverte hacia Dios de una vez por todas?
En segundo lugar, quiero atender ahora a esa segunda advertencia –durísima– de Jesús: “Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy”. “Escalar el cielo”. Hablamos comúnmente muy admirados de estrellas, de personas exitosas, adineradas, de triunfadores. Pensamos que la vida es subir y subir: orgullo, éxito, triunfo, buena imagen… Pero ese subir es un descenso al abismo. Jesús nos avisa: “¿Crees que estás escalando, crees que tocarás el cielo? No, al contrario, bajarás al abismo, te perderás”. El verdadero ascenso pasa por la humildad, por servir calladamente a los hermanos. Recuerda que, en el momento más álgido de la vida de Jesús, aparece arrodillado lavando los pies a sus discípulos. Subir, por tanto, en cristiano, es bajar. Para subir escalones, hay que bajarlos. Así describe a Jesús el Cántico de los Filipenses: “Él pasó por uno de tantos, se anonadó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Ahí está el verdadero ascenso: en hacerse último y servidor de todos.
¿Estás dispuesto tú a abandonar esa fantasía del éxito, del protagonismo que únicamente hace que te pierdas? ¿Cómo puedes bajar escalones tú?
En tercer lugar, hay que reconocer que esas referencias de Jesús sobre el juicio nos crean cierto desasosiego, parecen incluso amenazantes: “Te digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro, a Sidón o a Sodoma que a ti”. Y estas palabras parecen contradecir esas otras del evangelio de Juan, cuando dice Jesús: “No he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo”. Está claro que todas las palabras de Jesús, a lo largo y ancho del evangelio, más aún, todos sus signos y milagros, nada tienen que ver con la amenaza o la condenación, sino con la salvación y la liberación integral, total. Creo honestamente que estas advertencias más duras de Jesús son compatibles con esta voluntad salvífica de Dios en Jesús. En realidad, con estas palabras duras nos está diciendo el Señor dos cosas. Uno, que la vida va en serio, que urge la conversión, que no da lo mismo vivir en el bien que en el mal, que es muy diferente ser honesto que deshonesto, generoso que egoísta. Si el amor incondicional de Dios solo genera en ti relax y falta de compromiso, no has entendido nada, porque el amor de Dios siempre transforma, debe transformarte desde ya. Lo dice de un modo muy expresivo San Pablo en su segunda carta a los Corintios: “El amor de Cristo nos urge, nos apremia”. Y dos, que ese juicio de Dios es en realidad un “autojuicio”, un juicio a ti mismo. Está claro que al final Dios nos dará el empujón definitivo, ensanchará nuestro corazón, pero eres tú ahora el que con tus opciones te estás definiendo, te estás construyendo. No lo dudes, elige el bien, conviértete a la humildad y el servicio. Porque esta es la invitación, siempre radical y siempre urgente, que te hace Jesús y que te hace por tu bien, porque tú serás el principal beneficiado.
Pregúntate: ¿acoges esta invitación o vas a seguir viviendo mediocremente, tirando sin más para adelante?
CONCLUSIÓN
Pues que, inspirado por este evangelio de hoy, acojas el reto de la conversión, te vuelvas a Dios con todas las fuerzas, te entregues al servicio de los hermanos, y abandones la fantasía de que subir escalones supone tocar el cielo.
ORACIÓN
Señor Jesús, no permitas que mi vida sea mediocre, tibia. Dame tu gracia para que me convierta, para que me vuelva a ti y a mis hermanos, para que mi vida no la gaste sino en amor y servicio. Sé que así me estaré ganando; sé que así te estaré ganando.