
Evangelio del día 17 octubre 2025 (No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros)
Viernes de la 28ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Lucas 12, 1-7)
En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía, pues nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digáis en la oscuridad será oído a plena luz, y lo que digáis al oído en las recámaras se pregonará desde la azotea.
«Amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo».
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os voy a enseñar a quién tenéis que temer: temed al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la gehenna. A ese tenéis que temer, os lo digo yo. ¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de hoy nos presenta a una multitud de personas en torno a Jesús, hasta el punto de que unos se pisaban a otros. Es ese pueblo sencillo que reconoce en las palabras del Señor la Buena Noticia de Dios. Jesús pronto advertirá que es necesario cuidarse de la levadura de los fariseos, también disipar los miedos que hacen que la vida se oscurezca. Porque estar con Jesús es vivir en la autenticidad, la transparencia, la verdad, la seguridad, la esperanza.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, dice Jesús: “Cuidado con la levadura de los fariseos”. Para entender por qué Jesús usa esta imagen de la levadura, hay que saber que la gran fiesta judía, la pascua, se celebraba con panes ácimos, es decir, sin levadura, por lo que la levadura acabó siendo una imagen, un sinónimo de corrupción: la levadura vieja que hay que evitar. El propio san Pablo dice a los corintios: “Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos”. Pero, además, el evangelista san Lucas nos lo deja hoy claro: esa levadura vieja de los fariseos es la hipocresía. Jesús, por tanto, está diciendo: “evitad la hipocresía y los juicios de los fariseos, huid de su afán de poder, de ese creerse puros y despreciar constantemente a los demás, porque esa hipocresía, ese juicio es corrupción, es muerte, es tristeza”. Los discípulos, los hijos de Dios, serán, no levadura vieja, sino masa nueva en la humildad, la autenticidad, la entrega, la misericordia, el amor.
Párate un momento y pregúntate: ¿hay levadura vieja en tu vida (orgullo, vanidad, prepotencia) o masa nueva de sencillez y amor?
En segundo lugar, inmediatamente después de avisar Jesús contra la hipocresía de los fariseos, añade: “Pues nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse; lo que digáis en la oscuridad será oído a plena luz, y lo que digáis al oído en las recámaras se pregonará desde la azotea”. Quien vive en la hipocresía, en la doble vida, en la apariencia, acabará siendo descubierto en sus intenciones. Dios sabe muy bien lo que hay en el corazón humano. Por eso, con estas palabras, Jesús está haciéndote una invitación directa a que vivas a plena luz, en la azotea de la verdad, de la autenticidad, sin dobleces ni oscuridades, en la transparencia, porque ahí radican la alegría y la libertad verdaderas.
Mírate un momento: ¿eres transparente, estás lleno de luz o hay demasiadas cosas ocultas, oscuras en tu interior?
En tercer lugar, la gente sencilla que comúnmente rodeaba a Jesús vivía atemorizada por las exigencias y fardos que esos fariseos y maestros de la ley les cargaban, también por los impuestos y las amenazas constantes del imperio romano. Después sus discípulos vivirán atemorizados por la persecución. Por eso tiene tanto sentido que Jesús diga esas palabras que repetirá tantas veces a lo largo y ancho del evangelio: “No tengáis miedo”, más concretamente, “no tengáis miedo a los que matan el cuerpo y después de esto no pueden hacer más”. Claro que tenemos miedo a perder la vida, a que pase el tiempo, al sufrimiento, a la enfermedad, a la muerte, no solo a la nuestra, sino a la de nuestros familiares y amigos. Pero Jesús añade pronto: “Temed al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la gehenna”. Con estas palabras te está diciendo Jesús: “Teme más bien, no la muerte, porque estás en las manos de Dios, sino que tu vida acabe siendo vacía; ten miedo a no dar fruto, a no vivir con sentido; laméntate, no de que pase el tiempo o seas vulnerable, sino de vivir tirando para adelante sin más”. No hay en estas palabras de Jesús un tono amenazante. No te está diciendo “ten miedo de acabar en el infierno” sino “vive en plenitud, lucha por que tu vida sea feliz, servicial, que ahí está la verdadera vida”. Es eso mismo que ha dado a entender antes: “no seas levadura vieja, sino masa nueva”. Y todavía añadirá algo más, unas palabras llenas de belleza y de ternura: “¿No venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros”. Si Dios cuida de lo pequeño, ¿cómo no cuidará de ti? Hoy Jesús te dice: “no tengas miedo a nada, porque Dios te sostiene, te cuida y, además, lo hace hasta en los detalles más pequeños”. Y así lo expresa Jesús: “Hasta los cabellos de tu cabeza están contados”. Vales mucho para Dios, él te conoce, te ama y te sostiene siempre.
Pregúntate: ¿sientes esa fortaleza y ese consuelo de Dios? ¿Sientes que te tiene en sus manos amorosas y te sostiene especialmente en los momentos de dificultad y de prueba?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a huir de la hipocresía, a vivir en la autenticidad y la transparencia. Y, sobre todo, te dé luz y fuerza para disipar tus miedos, tirándote en los brazos de Dios, viviendo con Jesús día a día y dando testimonio de él con tus palabras y tus obras.
ORACIÓN
Señor Jesús, en mi interior hay hipocresía y oscuridad. Por eso hoy te pido que pongas en mí tu luz, la luz de tu Santo Espíritu. No permitas que mi corazón se llene de miedo: miedo a que pase el tiempo, miedo a fracasar, miedo al qué pasará, al qué dirán, a la soledad, al sinsentido. Porque cuando camino contigo, me encuentro seguro y siento que me susurras al oído: “Soy yo, estoy contigo, no tengas miedo, no tengas miedo”.