
Evangelio del día 2 noviembre 2025 (Fieles Difuntos)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO (Mateo 11, 25-30)
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré».
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
Hoy, día 2 de noviembre, tras la solemnidad de Todos los Santos que celebrábamos ayer, la Iglesia conmemora a los Fieles Difuntos. Es un día para el recuerdo, el cariño y la oración, pero, sobre todo, para crecer en la esperanza de que ellos, también por nuestra intercesión, están en el cielo disfrutando de Jesús, el que es verdaderamente la Resurrección y la Vida, y que lo hacen junto a todos los santos, alabando al Señor por los siglos de los siglos.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de esta conmemoración de los Fieles Difuntos, me gustaría compartir contigo tres sencillas reflexiones:
En primer lugar, quiero hablar de la muerte. Aunque en nuestro mundo constituye un tema tabú, que no solemos pensar ni meditar, ciertamente está ahí. Un día morirás. La muerte ha sido y es el mayor enemigo del ser humano. Y ya hemos sentido en muchas ocasiones su aguijón cuando hemos perdido a nuestros seres queridos. ¿Hay algo más triste? No podemos evitar su peso y el dolor que provoca, pero, para nosotros cristianos, la muerte no es el final. La muerte no es un abismo de oscuridad y de nada. La muerte es una pascua, es decir, un paso, un paso hacia la vida. Por eso, hoy estamos tristes por aquellos que hemos perdido, los recordamos con un cariño enorme, pero lo hacemos esperanzados.
Haz un momento de silencio para recordar a algunas personas que has perdido y tenlas presentes en tu oración.
En segundo lugar, continuando lo que decía, me gustaría insistir en esto: no somos hombres y mujeres de muerte, sino de resurrección. Tras la muerte hay vida. Nuestros difuntos no son muertos, sino vivos. Y nosotros, que sabemos que Dios es un padre increíblemente bueno, para quien no hay nada imposible, tenemos la convicción de que nuestros difuntos han sido salvados por Dios, y disfrutan de esa vida que no acaba. Jesús lo dice en el evangelio de mil modos: “Voy a prepararos sitio”, “Yo soy la resurrección y la vida”, “Quien cree en mí tiene vida eterna”.
¿Crees verdaderamente en la resurrección de los muertos? ¿Crees que tus seres queridos que han fallecido disfrutan de esta vida eterna? ¿Crees que tú mismo un día vivirás con Dios y con los tuyos para siempre?
En tercer lugar, quiero insistir en algo que nos pasa a menudo desapercibido. Recordemos nuestra fe con palabras de San Pablo en su Primera Carta a los Tesalonicenses: “No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto”. Por tanto, ellos están vivos. Pero, además, en el credo decimos: “Creo en la comunión de los santos”. Si ellos están con Dios, y nosotros también por medio de la fe, la oración y los sacramentos, ¿no estamos, por tanto, unidos a ellos? Es más, creemos que ellos interceden ante Dios por nosotros. Por eso hoy te animo a que sientas cerca el cuidado y el cariño de tus seres queridos que han fallecido. Ellos siguen intercediendo por nosotros y acompañándonos. Es más, podemos pedir a Dios por ellos, pero también pedirles a ellos que ante Dios rueguen por nosotros. Piénsalo por un momento. Es imposible creer que una madre que haya fallecido y disfrute ya de la vida eterna, se olvide de sus hijos que aún peregrinan en este mundo. Creer en la comunión de los santos es creer en la unión enorme que tenemos con ellos en Dios.
Detente un momento y pide a algún ser querido que haya fallecido que interceda por ti ante Dios.
CONCLUSIÓN
Pues que esta conmemoración de los Fieles Difuntos sea una llamada a vivir una vida coherente, conscientes de que un día nosotros también moriremos. Pero que, sobre todo, sea una oportunidad para renovar nuestra fe en la resurrección, así como nuestro cariño por los familiares difuntos, por los que oramos, pero que oran también por nosotros.